viernes, 21 de marzo de 2008

Uno, grande y libre

Extracto del artículo de Carlos Boyero en Babelia el 15/3/08


Cuentan que Stevenson, el narrador más sublime que ha dado la literatura, contaba con su propia voz (y quiero imaginar que era al atardecer y al lado del fuego, para que el escenario sea perfecto) historias de aventuras a los indígenas de los mares del Sur y que los oyentes quedaban embelesados. Tampoco existen imágenes de aquel prodigioso ritual. Con Fernán-Gómez ya no existe ese vacío. Desde que disfruté en el cine La silla de Fernando, mi mayor anhelo fue que apareciera cuanto antes en DVD, poder tenerla siempre a mano, utilizarla como consuelo o subidón cada vez que amenacen las horas bajas, las noches grisáceas, el hastío, la necesidad de afirmarte en la inteligencia, el pensamiento libre, en la vida. Ya está en la calle. Con dos horas extras de conversaciones con el maestro. Lástima que no sean doscientas. Sin exagerar. Aunque llegue un momento en el pueda recordar de memoria todo lo que cuenta este hombre y como lo cuenta, las inflexiones, el tono, los gestos, los matices, las pausas, la estética y la ética de su lenguaje, sospecho que voy a recurrir a esta película, documento, entrevista, reportaje, o lo que sea, con la misma y obsesiva frecuencia con la que reviso la saga de El Padrino, El hombre que pudo reinar, El buscavidas, El apartamento, Eva al desnudo, El verdugo y El hombre tranquilo. Son las cosas del amor. Y en estos casos, sin peligro de crisis, de deterioro, de ocaso.